¿Quién te crées que sos, Jeanne Moreau? . Del personaje perfecto para Alain Delon a sus celos por el debut en cine de Nathalie, su esposaPor Paula Vázquez Prieto
“No quiero situar a mis héroes en el tiempo, no quiero que la acción de una película sea reconocible como algo que sucede en 1968. Por eso en El samurái, por ejemplo, las mujeres no llevan minifalda, mientras que los hombres llevan sombrero, algo que, por desgracia, uno ya no lo hace. No me interesa el realismo. Todas mis películas giran en torno a lo fantástico. No soy un documentalista, para mí, una película es ante todo un sueño y es absurdo copiar la vida para intentar producir una recreación exacta de ella. La transposición es más o menos un reflejo para mí: paso del realismo a la fantasía sin que el espectador se dé cuenta”. En una entrevista realizada por Rui Nogueira y Francois Truchaud en 1968 para la revista Sight and Sound, el director francés Jean-Pierre Melville resume a la perfección su filosofía. Una exquisita perfección del artificio que lleva al cine a la cima de su expresión, esquivo a los mandatos inaugurales de los hermanos Lumière, que registraron las salidas de las fábricas o la prisa de las estaciones de trenes, y afín al mundo de la fantasía, el sueño y la imaginación. El samurái (1967) fue la cumbre de ese estilo, la perfección del policial francés de posguerra y el ascenso de Melville al panteón de los cineastas inolvidables de todos los tiempos.